En 1568, para
sufragar gastos, el Hospital de la Santa Cruz obtiene del rey Felipe II el
privilegio de la exclusividad de las representaciones teatrales en Barcelona.
El caso ejemplifica la doble relación entre ciudad y teatro. Por un lado, el
potencial cívico del espacio urbano atrae al teatro, y por otro, la actividad
teatral contribuye a materializar la sociabilidad del lugar. Como contrapunto
de aquel hegemónico Teatro de la Santa Cruz, en la Barcelona del siglo XVIII
había un conjunto de pequeños espacios escénicos, los teatros de sala y alcoba,
instalados en casas particulares.